viernes, 29 de abril de 2011

José Mari recupera el gol


Tardó un minuto en dejar su huella. Cuando José Mari Romero (Sevilla; 1978) debutó en Primera División, con el Sevilla, puso su firma en un santiamén. Fue lo que tardó en tocar el balón para dar una asistencia de gol. Han pasado más de 14 años y aquel chaval pícaro de la barriada de Felipe II ha dejado otras muchas muescas para el recuerdo. Marcó en el último derbi que el Atlético le ganó al Madrid en el Calderón, el Milan le convirtió en el jugador español más caro, ganó la plata olímpica en Sidney y con el Villarreal fue el objeto del penalti que Riquelme falló ante el Arsenal, en el último minuto de unas semifinales de la Champions. En 2009, con 30 años, debutó en Segunda. Primero con el Nàstic y ahora con el Xerez, la categoría que le está devolviendo la esencia goleadora que le disparó hacia la élite en su juventud. Con los tres que le marcó el sábado al Albacete, este año lleva 15 tantos.

"No había un momento en que no estuviese con una pelota", recuerda el delantero sobre su infancia. Jugaba en el club de al lado de su casa, el San Juan de Ávila, y en partidos callejeros, de barrio contra barrio, en descampados en los que las porterías se improvisaban con piedras. A los 11 años, ingresó en las categorías inferiores del Sevilla, su equipo de toda la vida. En 1996, Julián Rubio le subió al filial y no paró de insistir hasta convencer a José Antonio Camacho, que le hizo debutar en Primera. "Me llamó y me dijo que salía de titular ante la Real, se me puso el corazón a mil", cuenta José Mari con emoción. "Tenía una fuerza física increíble. No hay que olvidar que era un punta, un goleador nato al que los entrenadores han ido retrasando o derivando a las bandas, alejándole del gol, su gran virtud", explica Rubio.

El Sevilla descendió en la temporada de su debut, pero José Mari se marchó al Atlético. Su gran salto, sin embargo, llegó en 1999, cuando el Milan se plantó en la capital y "de golpe, en una tarde", pagó 20 millones y le convirtió en el español más caro de la historia hasta esa fecha. "La presión de vestir esa camiseta es grande", rememora, "allí solo vale ganar". En Italia creció al amparo de históricos como Costacurta y Maldini, "el capitán por excelencia". "Le respetaban muchísimo. Solo hablaba cuando debía y los demás callaban", dice con una nota admiración en la voz.

Su debut en San Siro fue tan fulgurante como su aterrizaje en Primera: "Salí de suplente contra el Roma y el primer balón que toqué fue gol. Es inimaginable lo que sentí cuando estalló el estadio". La adaptación a la Serie A, sin embargo, no fue fácil y, aunque tuvo minutos, no terminó de romper. "Estaba acostumbrado a un juego más ofensivo, con más espacios y tiempo para pensar...", se justifica. Por si fuera poco, sufrió dos lesiones que le dejaron seco nueve meses.

Una enfermedad de su padre, ya en 2002, y la nómina de grandes atacantes de los rossoneri (Inzaghi, Rivaldo, Shevchenko y Tomasson) llevaron a José Mari a poner fin a su aventura milanesa y volver a España, donde vivió dos experiencias contrapuestas. Tras un efímero retorno al Atlético, se embarcó en el Villarreal, siendo partícipe del espectacular proceso de crecimiento vivido por el club castellonense en la pasada década. Después, se fue al Betis, donde vivió el peor momento de su carrera: "Me pudieron las ganas de vivir en Sevilla, pero me equivoqué". Su pasado sevillista fue una losa insoportable. Un año y medio de rechazo e insultos por parte de su propia afición le llevó renunciar a lo que le quedaba de contrato y a afrontar un reto nuevo: la Segunda División.

Se estrenó en el Nàstic y se ha doctorado en el Xerez, destino que le permite vivir en Sevilla con su familia y por el que ha renunciado a mejores contratos, alguno de Primera. En su tierra se ha reencontrado con el gol. Desde que llegó a la élite, nunca había pasado de nueve dianas en una Liga; ahora, lleva 15. "Además de gol, nos aporta experiencia, velocidad, trabajo... Si está bien físicamente, es un futbolista que marca las diferencias", asegura su entrenador, Javi López. Su compañero Pablo Redondo apostilla: "Es un portento, tiene un cuerpo privilegiado y le queda cuerda para años". De momento, nada mejor que su contrato para mostrar la felicidad de su segunda juventud. Llegó para un año y ya ha firmado por otros dos.

Fuente: elpais.com

Articulo interesantisimo sobre José Mari os aconsejo que lo leais.

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